Cecosesola surge en 1967, a partir de un grupo de personas de la periferia de la ciudad de Barquisimeto (Venezuela) que percibió que, cada vez que alguien en la comunidad fallecía no había recursos suficientes para su entierro, espontáneamente se organizaba una «vaca» para cubrir los gastos del funeral. Esta necesidad compartida y estrategia colectiva dio inicio a lo que hoy es Cecosesola. La propuesta inicial: hacer una “colecta” permanente para tener fondos para costear los gastos funerarios de la comunidad.
La «vaca», presente en gran parte de la cultura latinoamericana -desde México hasta Brasil-, atraviesa la economía de Cecosesola. Es un mecanismo que, en comunidad, permite reunir fondos para atender la muerte, la salud, la alimentación, las celebraciones…
Hoy en día, Cecosesola está tejida por más de 50 organizaciones comunitarias de sectores populares, involucrando a más de 25.000 personas como asociadas y 1.500 de ellas como trabajadoras-asociadas. Todas estas personas se encargan de gestionar, de manera cooperativa, rotativa y autofinanciada, diversas actividades, como la producción agrícola y agroindustrial en pequeña escala, servicios funerarios, salud, asociaciones de ahorro y crédito, fondos de ayuda mutua y distribución de alimentos.
Cecosesola es la comunidad organizada que se brinda servicios a sí misma. Los servicios se ofrecen a todas las personas, sean asociadas o no. Estos servicios que se brindan, surgen y se organizan de acuerdo con las necesidades que se van percibiendo. Las necesidades son todo aquello que se considera esencial para el desarrollo de la vida, como: alimentación, transporte, salud, confianza, apoyo mutuo, solidaridad, libertad, responsabilidad, respeto, equidad…
Podemos decir, que lo que se hace en Cecosesola, es desarrollar cierta atención colectiva para percibir cómo estamos, qué necesitamos, qué estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo. En este ejercicio cotidiano y colectivo de atención y creatividad se da especial énfasis a la manera de hacer.
En Cecosesola, medio y fin son lo mismo: si deseamos un mundo más solidario y respetuoso con todas las formas de existencia, entonces, aquí y ahora, debemos cuidar que nuestra manera de relacionarnos sea solidaria y respetuosa. Se trata de un lugar donde se reconoce que, entre todas y todos, es posible educarnos, ir re-viendo la manera en que actuamos y caminamos. Por eso, Cecosesola, más que un lugar donde se ofrecen servicios, es una escuela.
Es probable que usted, que ha leído libros o visto videos sobre Cecosesola, se maraville con los resultados económicos, la forma organizativa y la permanencia en el tiempo de este «organismo» que tiene casi 60 años. También puede que se sienta tentada a creer que Cecosesola «solo es posible allá» o que ocurre en Venezuela «porque allí las cosas son diferentes». En fin, a pensar que «el césped del vecino siempre es más verde».
Entendemos que existen condiciones específicas que hacen posible a Cecosesola. Sin embargo, nos cuestionamos si estas condiciones son exclusivas de un momento histórico-social-político particular de una región específica de este planeta.
Como se menciona en el libro “Hacia un Cerebro Colectivo”, el proceso que se vive dentro de Cecosesola está «[…] enriquecido por creencias ancestrales, donde estamos permanentemente reinventando la organización, valorando la solidaridad, la cooperación y la concepción de la organización como una familia extendida» (Cecosesola, 2003, p.87). Con esto nos preguntamos si lo que sucede en esta organización, más allá de sus particularidades, está vinculado a algo inherente a nuestra cultura.
Para Cecosesola, la influencia indígena y africana, la concepción de organización como una familia extendida, está presente con mayor fuerza en los grupos humanos menos integrados al proceso de «modernización», aquellas personas que no tuvieron la oportunidad de incorporarse a la cultura dominante a través de la educación o el trabajo formal (Cecosesola, 2003, p.17). Es en el mundo popular, entre las personas de la periferia de la ciudad y productores y productoras del campo, donde la cultura dominante no ha permeado totalmente, que surge Cecosesola. Entre estas personas, parece ser cultural la práctica del pensamiento comunitario, donde no se piensa solo ni para sí mismo, sino que se piensa en conjunto y para todas y todos.
Esta cultura atraviesa toda América Latina en distintos grados y manifestaciones. Se refleja en expresiones como «Hoy por ti, mañana por mí«, «Donde come uno, comen dos», o «Echarle más agua a los frijoles», que nos hablan de la solidaridad y del apoyo mutuo. O en prácticas como el compadrazgo, una red de apoyo entre familias y amigos, en la que se asumen responsabilidades comunitarias.
También se encuentra en formas de trabajo colectivas como la cayapa, tequio, minga o mutirão, donde las personas se ayudan mutuamente: un día construyen la casa de una, otro día la de otra. O en manifestaciones culturales como la roda de capoeira, que refuerza el sentido de comunidad.
Además, se refleja en territorios y organizaciones como quilombos, palenques, rochelas o cumbes, donde, en un contexto de esclavitud, se garantiza comunitariamente la sustentabilidad de africanos libres y de quienes necesiten refugio.
Con esto pensamos que acercarse a la experiencia de Cecosesola puede ser una inspiración para observar, aprender y seguir desarrollando, en nuestro “césped”, la potencia de esos modos de ser presentes en América Latina e históricamente marginados, marcados por la solidaridad, la cooperación y el cuidado de la vida en común. O en otras palabras, para que, coherentes con lo que se practica en Cecosesola, continuemos cultivando aquí y ahora el mundo que queremos.
Nota: Este artículo fue escrito por Ana Corina Salas Correa, para ser publicado en la columna “Transitando nuevos senderos ” del portal https://desinformemonos.org/