Las estructuras organizativas generalmente aceptadas en Latinoamérica emergen del momento cultural de los países del norte. Como ejemplo, tenemos las propuestas organizativas emanadas de nuestra Superintendencia de Cooperativas que se aplican sin un análisis crítico de la coherencia que pudiesen tener con nuestro momento cultural. A través de ellas, en vez de propiciar la integración, más bien se crean separaciones con base a las funciones a desarrollar y a las jerarquías. De manera que las relaciones terminan aprisionadas en un ambiente empresarial ajeno a nuestra idiosincrasia, donde se coarta el desarrollo de nuestras potencialidades culturales y por ende, nuestro aporte al desenvolvimiento de las actividades.

A primera vista, en Cecosesola gestionar una actividad es algo muy sencillo. Se trata de enfocarnos en aunar esfuerzos transcendiendo las separaciones inherentes a las estructuras organizativas. Se trata de ponernos de acuerdo entre todos y todas en lo que queremos hacer, así como en el cómo, el por qué y el para qué. Se trata de integrarnos como una familia y allí va floreciendo la pasión y la creatividad en cuanto el trabajo va dejando de ser trabajo. Y en ese hacer juntos, van emergiendo los espacios de encuentro y las dinámicas necesarias para el mejor funcionamiento de cada actividad, así como de la red en su conjunto.

Es así, que ha ido emergiendo un manera de hacer coherente con esa nuestra idiosincrasia que tiende a valorizar más las cualidades de las relaciones que las cosas. Es así, que se ha facilitado un proceso educativo transformador. Y a pesar de múltiples tropiezos en el camino, nos hemos ido encontrando con una efectividad para producir bienestar que pareciera incuestionable.

Inicialmente, comenzamos solamente con una reunión semanal en cada espacio donde entre todos y todas gestionamos en conjunto cada actividad. Después según el crecimiento y la progresiva complejidad de la red, se fueron creando nuevos encuentros: por ejemplo, de productores y ferias, de la red de abastecimiento, de apoyo financiero, de reflexión para profundizar aún más sobre lo ocurrido en los diferentes espacios, así como de convivencias puntuales para ahondar en alguna situación o acontecimiento. Ninguno de estos encuentros fue previsto o planificado con anterioridad, sino que han ido respondiendo a las necesidades del momento. Se trata de un proceso de creación colectiva, apoyado por un conversar permanente.

También, según las necesidades del momento, fueron emergiendo dinámicas como la rotación de tareas y los intercambios entre las diferentes actividades, así como la importancia de que las personas que estamos en oficinas dediquemos por lo menos un día a la semana a sacudirnos de la rutina, rotando en las diferentes actividades de nuestros mercados cooperativos.

Y la clave que ha hecho todo esto posible, ha sido el ir alimentando y profundizando permanentemente nuestro proceso educativo transformador: la reflexión colectiva permanente sobre las cualidades de nuestras relaciones en el quehacer diario, profundizando en la solidaridad, la equidad, la transparencia y la responsabilidad, construyendo relaciones de confianza.