Personas que conocen la experiencia de la red Cecosesola a menudo les llama la atención como, tantas personas envueltas en una gran variedad de actividades y esparcidas por siete entidades federales, podemos funcionar con efectividad sin tener líneas de mando. Contrariamente a lo que aseguran los sociólogos que a partir de 150 personas no es posible operar sin estructuras burocráticas, en la red somos más de 1200 participantes.
La verdad es que no ha sido fácil. Tenemos nuestras caídas y nuestras levantadas. Cuando creemos que las cosas van de maravilla a menudo se presentan momentos críticos, ya sea en un espacio en particular como en el funcionamiento de la red en su conjunto.
Lo primero que salta a la vista es la importancia de ir construyendo la confianza de que todos y todas estamos remando en la dirección acordada. Y la confianza no existe por sí sola, no se puede decretar. La confianza se va construyendo con base a un comportamiento ético, en cuanto nos respetamos, vamos siendo transparentes, actuando con responsabilidad, construyendo relaciones equitativas y solidarias.
Las caídas ocurren a menudo cuando descuidamos este proceso de construir confianza.
Y estas caídas son como una encrucijada. Si las tomamos como una tremenda oportunidad para comprendernos y reflexionar sobre las causas del extravío, nos enriquecemos y reforzamos el proceso de construir confianza. Pero en ocasiones, la maraña de complicidades que se crea nos impide precisarnos. La confianza se esfuma y como consecuencia se pierde la capacidad para funcionar sin líneas de mando.
Nuestro particular proceso autogestionario funciona en cuanto vamos siendo respetuosos, transparentes, responsables, equitativos y solidarios. Y no se trata de un planteamiento moralista. Simplemente es un requisito fundamental para poder operar sin líneas de mando.